domingo, 11 de febrero de 2007

Fausto & Co.

lunes 8 de enero de 2007


Fausto & Co.

Erna Lackner, ilustración de Hans Hillmann
¿De qué se trata exactamente Leonce y Lena? ¿Qué mueve a Mefisto? ¿Y cuál es el dilema en Madre Coraje? Aquí se presentan los verdaderos protagonistas del teatro, las figuras alrededor de las cuales todo gira: desde el imperecedero Natán hasta las últimas creaciones de Botho Strauss, Insa y Lissie. Justamente las figuras clásicas prueban una y otra vez cuán profundamente reconocieron en ellas los autores lo eternamente humano: hasta hoy no han perdido nada de actualidad. Once héroes del teatro alemán, que todos debieran conocer.



Fausto y Mefistófeles


El propio Goethe teme a Fausto. La titánica ambición de Fausto de llegar a conocer la verdad última y total del mundo, con todas las dudas inherentes, atrapó al poeta ya tempranamente. Fausto fue siempre el propio Goethe. Cuando se trataba de su Fausto, Goethe siempre se manifestó insatisfecho. Toda su vida le dio vueltas al tema, escribió y descartó muchas versiones, comenzando por el «Fausto primigenio». Y quizás también el propio Goethe cerró un pacto con Mefisto. En todo caso pudo concluir la segunda parte ya a avanzada edad, poco antes de su muerte. El Fausto, con 12111 versos, se transformó en una obra magnífica, la obra más importante, bella e insondable escrita en lengua alemana. Inagotable. Hasta el propio Goethe dudó que fuera representable en el teatro. Antes del estreno de la primera parte, en 1829, en Brunswick, el poeta le escribió al director del teatro: «¡Haga usted con mi pieza lo que quiera!» El resultado más impresionante fue el de Gustaf Gründgens en Hamburgo, en 1957/58. Todos los directores que se atreven a escenificar el Fausto han seguido caminos propios hasta que éste seduce a Gretchen. Pero la desesperada vacilación del profesor en su cuarto de estudios, el tañido de las campanas anunciando la Pascua y la extraña aparición del perro negro no pueden faltar. El perro negro resulta ser Mefistófeles, el diablo: «una parte de la fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien». Y Mefisto le hace a Fausto la irresistible oferta de ser su servidor en la Tierra, a cambio de entregarse Fasto a él en el más allá. La tragedia toma su curso con una gota de sangre que sella el pacto.




Natán, el sabio


¡Qué buena persona! Sensato y compasivo, de una vida tan paradigmática que ya es casi aburrida para el teatro. Pero hay incógnitas y desgarros, y suficientes matices. ¡Cuán discretamente debe tratar la tragedia de su vida! ¡Cuán trágicamente solo queda! Natán, un comerciante rico y cosmopolita, lleva, como judío, una existencia precaria, sólo tolerada. Y debe probar una y otra vez que no sólo es un judío. Su gran ética la desarrolla también bajo esa enorme presión. Durante un pogromo antisemita, cristianos matan a su esposa y siete hijos. Luego, Natán adopta a Recha, una niña cristiana. «El judío debe ser quemado», ordena el Patriarca, cuando ello llega a sus oídos. Es la época de las Cruzadas. A la delicada pregunta del sultán, cuál religión es la verdadera, si el cristianismo, el judaísmo o el islamismo, responde Natán con la famosa parábola de los tres anillos, cuyos portadores deben probar que son dignos de llevarlo. Eso es todo. En el poema dramático de Gotthold Ephraim Lessing «Natán, el sabio», su prédica por la tolerancia, escrita en 1779, se lo logra. Al final, junto a Natán también son buenos seres humanos el sultán y el señor cristiano del Templo. Una victoria de la razón. Que además, a través de relaciones que salen de pronto a luz, todos están además emparentadas, hermano y hermana, sobrina y tía, sobrino y tío se caen en brazos, es increíble como en un cuento. Al final, todos somos parientes. Hasta que todos lo comprendan, el Natán de Lessing permanecerá, lamentablemente, actual.




Karl Moor


Los nobles bandidos. De los coléricos jóvenes que agitaban las tierras alemanas cada par de décadas se destaca Karl Moor como figura particularmente trágica. Un Robin Hood alemán: un vengador de los desheredados, un rebelde idealista contra un orden social injusto. Al final mata hasta a su esposa, Amalia. Friedrich Schiller, el moralista, muestra en términos drásticos en «Los bandidos», de su época de «Sturm und Drang», cómo todo tipo de violencia fatalmente se independiza y termina en destrucción y muerte. El drama, con la dedicatoria «contra los tiranos», comienza en el ambito familiar, en forma de conflicto entre dos hermanos desiguales: el joven y feo Franz Moor tiene celos de las preferencias y privilegios que goza el primogénito, Karl, el preferido del padre. Debido a las intrigas del nihilista y frío Franz, el viejo conde Moor deshereda a Karl, que, amargado y obstinado, funda entonces una banda y comienza a luchar, como cabecilla de bandidos, por un mundo mejor. «¡El teatro parecía un manicomio, ojos descentrados, puños cerrados, pataleos, gritos roncos en la platea!» Así describió un testigo ocular el estreno de la obra, en 1782, en el Mannheimer Nationaltheater. El fuerte drama de bandidos se transformó en un éxito mundial, en Londres y en París, Nueva York y Moscú. Los grandes actores prefirieron siempre el papel de «Franz, el canalla», pero el héroe del público siempre fue Karl, el bueno de los dos tan diferentes bandidos.




Insa y Lissie


La una y la otra. Los años dorados pertenecen al pasado. De pronto, ambas son viejas. Fracasadas, amargadas. Dos mujeres que luchan entre sí toda su vida. Como amigas en Berlín Occidental en los años 70 y luego como enemigas, porque la una le ha quitado el marido a la otra. Cada una tiene un hijo de ese mismo hombre, que ha desaparecido. «La pareja no éramos Henrik y yo, ni tú y Henrik. Sino nosotras dos.» ¡Qué raro! Ahora, Insa y Lissie son una pareja. La periodista desocupada, pero aún coqueta y agresiva, se ha alojado como «gran potencia femenina» en la desoladora pensión de Insa. Ésta anestesia su alma con vino blanco. El amor y la felicidad pertenecen al pasado, los sueños eran ilusiones, el futuro ya no existe. ¡Pero vamos al último combate! Inventario. Hombres, hijos, profesión: pasemos revista a todos los recuerdos. Las riñas y disputas nos mantienen despiertos. Y de pronto, la zona de lucha se amplía: la vieja ladrona de hombres, con sus últimas fuerzas, se hace del último cliente fijo, en el que Insa había puesto leves esperanzas. Un juego grotesco, una agonía de las grandes pasiones. Final de juego. La comedia negra de Botho Strauss, estrenada en 2005: ¿un presente alemán?




Madre Coraje


Una hiena del campo de batalla. Así la vio Bertolt Brecht. Pero la vital madre despertó compasión entre el público, en el estreno, en 1941 en Zúrich, con la grandiosa Therese Giehse en el papel protagónico. Ello no agradó para nada al pacifista Brecht. Entonces reescribió un poco el drama épico «Madre Coraje y sus hijos»: ¡la pieza sobre una mujer que se aprovecha de la guerra no debía despertar compasión, sino indignación entre el público! La guerra no debía verse como destino trágico, sino como una desgracia hecha por el ser humano. Anna Fierling, llamada «Madre Coraje», se abre paso con sus tres hijos como vivandera durante la Guerra de Treinta Años. A ambos lados del frente, la guerra le supone buenos negocios. La Madre Coraje es taimada y bondadosa, una inescrupulosa aprovechadora y simultáneamente una víctima digna de compasión, que empobrece y pierde a sus hijos en la guerra, sin aprender nada. En una paradigmática puesta en escena de 1949, Helene Weigel, la esposa de Brecht, hace de Madre Coraje en el Deutsches Theater en Berlín Este con tanto dureza y frialdad, que se transforma en la Madre Coraje por antonomasia. Pero el papel, con facetas contradictorias y llenas de vida, sobrepasó una y otra vez las intenciones pedagógicas de Brecht. Y «Madre Coraje» se ha transformado, quizás por ello, en su drama más representado.




Leonce y Lena


Un cuento de un pequeño príncipe, un juego de amor. Comienza cuando dos vástagos reales no quieren unirse por ningún concepto. Pero en la divertida comedia, la única del buscapleitos político Georg Büchner, escrita con pluma ligera en 1836, plena de gracia, se entremezcla un tono melancólico. Cansancio, desesperación sarcástica en una sociedad vacía y osificada. El príncipe Leonce observa a la gente: «Estudian por aburrimiento, oran por aburrimiento, se enamoran, se casan y multiplican por aburrimiento y se mueren, finalmente, también aburridos.» Él mismo es un ocioso hedonista, a veces engreído. Por su parte, Leonce se aburre mortalmente en el Reino de Popó, un territorio ridículamente pequeño, nada idílico, parodia de los estados enanos alemanes. El rey Pedro, un ingenuo filósofo de pacotilla, gobierna sobre inservibles funcionarios de la corte y súbditos devotos. Cuando Leonce debe casarse con Lena, princesa del reino de Pipí, huye. Tampoco Lena quiere una boda arreglada y abandona sigilosamente la corte. Y ambos se encuentran, sin saber quiénes son realmente... y se enamoran. La vida cortesana en Popó vuelva a ser una sátira, cuando el atontado monarca celebra la boda principesca con dos autómatas enmascarados. Pero detrás están Leonce y Lena. Un juego arreglado, ¡qué teatro del absurdo! Los recién casados ya no saben si es un engaño, una casualidad o la Divina Providencia. Una final feliz considerablemente críptico.




Lulú


Una mujer escandalosa. La mujer por antonomasia, a juzgar por las apetencias y temores de los hombres que, en el pudibundo, pero también decadente fin de siglo XIX, discuten apasionadamente sobre la esencia de lo femenino. Lulú aparece en escena como una criatura en la que coinciden los más extremos atributos: mujer ingenua y vampiresa, inocente y destructora, un ángel endiabladamente bonito. Ninfómana, desvergonzada, sin moral. Todos se rinden ante la seductora, caen grotescamente en la perdición y pagan con su vida. Lulú recoge, más del allá del bien y del mal, sólo los momentos de amor. ¿Puede el amor ser pecado? «El verdadero animal, el salvaje y hermoso animal» tuvo en mente el autor dramático Frank Wedekind al escribir la obra. Pero también la Lulú asesina de hombres termina mal, en Londres, como prostituta, y se transforma en una de las víctimas de Jack el Destripador. Wedekind, en una lucha extática contra la hipocresía, dividió su primera versión en dos piezas. En 1894 fue editado «El espíritu de la Tierra», al que le siguió, en 1902, «La caja de Pandora». Lulú se transformó pronto en una de las más ambiguas figuras de la literatura mundial... y del cine. Hoy hay Lulúes al por mayor en todos los medios de comunicación y la «femme fatal» ya no irrita a nadie. ¿Fue incluso una precursora de la liberación sexual? ¿O más bien una fantasía masculina?




El capitán de Köpenick


Un bufón, un pobre diablo. Con salero y mascarada puso un espejo ante el rostro del mundo. El personaje existió realmente y se llamó Wilhelm Voigt. En 1906, el zapatero con antecedentes penales, disfrazado con un uniforme de capitán, asume el comando de un grupo de soldados de guardia, marcha hacia el ayuntamiento de Köpenick, hace apresar al alcalde y requisa la caja municipal. Todo el mundo ríe de la broma, que pone en ridículo la creencia ciega prusiana en un uniforme y el espíritu servil guillermino. «Un cuento alemán» llamó Carl Zuckmayer a su tragicomedia «El capitán de Köpenick», con el que el autor conquistó en 1931 la cúspide del éxito. Exquisitamente, con mucho humor y satíricamente describe Zuckmayer en un abanico de escenas el militarismo y las desgracias del héroe sin trabajo que cae en las redes de la burocracia. Para hallar trabajo necesita un permiso de residencia, que no obtiene porque carece de empleo. «¡Oh, no, esto es un carrusel, es una noria. Si no me registro, no me dan trabajo y si no tengo trabajo, no puedo registrarme!», dice el zapatero Voigt. En el ayuntamiento quiere sólo sacar un pasaporte. ¡Mala suerte! Allí no hay pasaportes. Ningún gran actor cómico alemán dejó de representar al falso capitán, un clásico de la comedia alemana. La obra maestra de Zuckmayer fue llevada a la pantalla grande con Heinz Rühmann en el papel protagónico, en 1956: inolvidable.


http://www.magazine-deutschland.de/issue/Faust_2-06_SPA_S.php?lang=esp

http://zonaliterariaaysen.blogspot.com/2007/01/fausto-co-obras-2006.html