lunes, 5 de marzo de 2007

Gabo y Marzo

El Buenos Aires al que jamás regresó

La ciudad fue testigo de cómo Cien años de soledad se transformó de manuscrito en un fenómeno que impactó en todo el orbe


José Vales
El Universal
Lunes 05 de marzo de 2007

B UENOS AIRES.- A Gloria Rodrigué se le enciende el rostro cuando habla de García Márquez. Ese nombre no sólo le dice todo como la lectora voraz y atenta que es, sino que hasta puede pertenecer a su familia.
El apellido García Márquez comenzó a dar vueltas en las sobremesas familiares a comienzos de 1966, acercado por su abuelo, Pedro López Llausas, hasta convertirse en una especie de amuleto de lo que fue la editorial familiar, Sudamericana. Allí llegó un día de aquel año, "cargado de magia", según lo recuerda ella ahora, el manuscrito de Cien años de soledad para ir de cabeza a la imprenta y desde entonces no dejar de reeditarse.

En la entrevista comenta por centésima vez la historia de este lado. Una especie de contracara de la misma moneda que el propio Gabo acuñó en un artículo que publicó en el año 2001, donde explica la mágica aparición de los Buendía, un 5 de junio de 1967 y en Buenos Aires. En ese texto narra las peripecias para enviar el original, desde el otro extremo de América, en México, donde concibió su mítica novela, escrita en más de un año y trabajando seis horas diarias. Contando las monedas, junto a su esposa Mercedes Barcha, envió por correo la segunda parte primero. Para armar una vez más el rompecabezas Rodrigué, hasta hace tres años directora editorial de Sudamericana y hoy al frente de la sucursal argentina de Edhasa, muestra una carta resguardada del maltrato del tiempo en un cuadro, firmada de puño y letra por Gabriel García Márquez, en la que el autor le responde a Francisco Porrúa, por entonces editor de la editorial ubicada en el muy porteño barrio de San Telmo. Está fechada el 30 de octubre de 1965 y en ella adelanta que "es muy larga y compleja. Es una novela en la cual tengo depositadas mis mejores ilusiones". No se ilusionó en vano. Esa novela, Cien años de soledad, iba a convertirse en su mejor compañera de un largo viaje que comenzó justamente aquí, en Buenos Aires.


"Porrúa había leído algunas novelas de Gabo editadas en otros lados. Lo había hecho a través de algún amigo, creo que de Tomás Eloy Martínez (por entonces director del semanario Primera Plana) y le escribió a Gabo diciéndole que le gustaría publicar algo suyo", recuerda Gloria, cuatro décadas después.

A vuelta de correo, Gabo le explica -en esa carta conservada como uno de los tesoros privados de Sudamericana- que La hojarasca estaba en poder de la editorial de la Universidad Veracruzana y ya le recomendaba que consultara a Carmen Balcels, por saber los contratos editoriales de otros trabajos, y le ofrece Cien años cuando aún estaba inconclusa. Un telegrama de don Paco aceptando contemplar la oferta, la llegada de "algunas cuartillas primero", la respuesta con el contrato que regresó firmado y con la segunda mitad del libro, y unas semanas más tarde el paquete con la primera mitad, y un cheque de 500 dólares que bien sirvió para comenzar a saldar deudas familiares.

"Cuando un escritor viene y me pide un adelanto de dinero bastante importante yo siempre les digo que a Gabo, por Cien años le dimos 500 dólares de aquella época, que tampoco era nada, y fue el mayor éxito de la editorial. Para mí es mufa, trae mala suerte pagar mucho de adelanto, y a las pruebas me remito."

Gloria, asegura hoy que ese libro posee "algo mágico".

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/51745.html

5 comentarios:

Atilano dijo...

Tomás Eloy Martínez: Es difícil que se dé otro escritor de su tamaño


José Vales
El Universal
Lunes 05 de marzo de 2007

BUENOS AIRES.- Su agenda familiar y profesional está repleta, como cada vez que viene a Buenos Aires. Le faltan una horas para abordar el vuelo que lo llevará a Nueva York, de regreso a su casa en Nueva Jersey, y así y todo, Tomás Eloy Martínez acepta la entrevista con EL UNIVERSAL y no para hablar de su prolífica obra literaria o de su próximo libro, que espera completar dentro de un año: Purgatorio , sino para hablar por centésima vez de su amigo Gabriel García Márquez y de aquel otoño de 1967, que consagraron a Gabo para siempre.
Es que el autor de Santa Evita fue un testigo y actor privilegiado no sólo del lanzamiento más rutilante de una novela en las últimas décadas, sino de la metamorfosis en la vida del escritor colombiano, gracias a Cien años de soledad.

Por esos días, Martínez era el director del semanario Primera Plana, una revista que quedó en el corazón de Gabo para siempre. "Antes de la publicación de la novela, yo ya me había escrito varias veces con él y un periodista de Primera Plana había ido a entrevistarlo a su casa en México; pero personalmente lo conocí en el aeropuerto de Ezeiza, cuando llegó en junio del 67 junto con su esposa Mercedes. Habíamos ido con Paco (Francisco) Porrúa a recibirlo, y esa visita de él fue excelente".

La portada de Primera Plana con su foto, fue la primera aproximación que los argentinos tuvieron del escritor hasta entonces desconocido. Martínez, repetirá la historia por centésima vez, más o menos, de aquella metamorfosis que tuvo lugar en Buenos Aires. "Él vino invitado como jurado del premio de cuentos de Sudamericana. Ese jurado lo integró junto a Augusto Roa Bastos y Leopoldo Marechal; pero el no era conocido. Desayunábamos todas las mañanas en un café que está ahí en Suipacha y Santa Fe, cerca del hotel Imapala, que por entonces era mucho mejor de lo que es ahora. Hasta una noche que fuimos al teatro, comprendí enseguida hasta dónde podría llegar su fama", rememora el autor de El vuelo de la reina.


-¿Qué fue lo que pasó?

-Fuimos al teatro del Instituto Di Tella para ver una obra de Griselda Gámbaro, creo que era Los siameses, si mal no recuerdo. Estábamos los tres, Gabo, Mercedes y yo, hasta que una mujer que lo reconoció gritó: "¡bravo!", y comenzó a aplaudir. Un minuto después toda la sala lo ovacionaba y yo le dije a Mercedes: "Quedémonos acá para que él sienta este reconocimiento. Ahí sentí que la fama caía sobre sus espaldas, sobre su cuerpo como una luz. Era como si la fama bajara del cielo y lo envolviera entre sábanas, como Remedios La Bella ascendiendo a los cielos. La fama le caía a Gabo como uno de esos vientos de luz que son inmunes con el paso del tiempo.


-¿Allí nació su amistad?

-Sí. Si bien nos conocíamos desde antes por carta, pasamos unas semanas hermosas. Después nos seguimos viendo; él vino a mi casa, yo lo visité en Barcelona varias veces. Recuerdo una vez en que él estaba por publicar un tomo de cuentos, los de la cándida Eréndida (La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada). Me leyó uno a uno todos los cuentos. En especial uno, que debería revisar el libro para recórdarlo que estaba escrito todo de corrido, sin puntos en una larga parrafada ("Blacamán el bueno vendedor de milagros"). Era el germen de lo que después sería El otoño del patriarca...".


-¿Siempre estuvieron muy ligados?

-Siempre, desde entonces. Gabo fue para mí un consejero espiritual. Cuando tuve problemas afectivos supo aconsejarme muy bien y siempre le estaré agradecido. Incluso estuvimos a punto de hacer un periódico juntos.


-¿En Colombia?

-En Colombia, cuando yo vivía exiliado en Caracas (fue fundador del Diario de Caracas, junto a Rodolfo Terragno y Juan Fresán y en donde también trabajó Daniel Divisnky actual editor y propietario de Ediciones de la Flor, la que publica a Quino, Fontanarrosa y Maitena, entre otros). Fue poco después de que ganara el Nobel en el 82. Me propuso dirigir un diario que quería fundar... se iba a llamar El Otro. Iniciamos el proyecto, pero le dije que yo no podía hacer un diario si no estaba él. Gabo quería que yo arrancará con el diario porque él estaba metido en una novela sobre el amor a la que le faltaban los nombres. "Cuando tenga los nombres estará lista la novela". Al final le dije que era mejor que la literatura latinoamericana ganase una excelente novela a que el periodismo latinoamericano tuviese un mediocre diario más. Al final esa novela fue genial y era El amor en los tiempos del cólera.


-¿Hoy, 40 años después, crees que pueda repetirse el fenómeno de Gabo?

-Puede ser, pero primero debería aparecer un gran escritor de su tamaño, y eso es difícil. Hubo con algunos escritores mucho entusiasmo. Por ejemplo la aparición de Rayuela entusiasmó a la gente, crítica y mundo editorial. Pasó con algunos escritores estadounidenses....


-Pero el boom de Rayuela ocurrió también en Buenos Aires, con Julio Cortázar viviendo desde hacía tiempos en París...

-Sí. Ahora que lo decís es verdad. Es curioso que Buenos Aires fuese el epicentro. Pero aquí tuvimos un escritor del tamaño de García Márquez, Borges, y sin embargo nunca provocó semejante fenómeno. Tal vez esto se dio en Cuba con Lezama Lima, aunque por entonces Cuba era demasiado hostil con Lezama.


-Gabo es un escritor reconocido en todo el orbe, pero no crees que en Buenos Aires goza de un fanatismo sin precedentes?

-Te voy a contar dos anécdotas. Una vez estabamos caminando por el Village, en Nueva York y le dije, en broma: "Gabo, si la gente te empieza a parar por la calle, yo me voy y te dejo sólo...", siempre pensando que allí sí no lo reconocerían. Sin embargo, al rato la gente lo reconocía y lo saludaba. Otra vez, después de publicar Noticias de un secuestro, nos encontramos en Madrid. Estábamos buscando una librería para comprar unos libros y dijimos: "Vamos a una donde podamos estar tranquilos". Compramos, pagamos y cuando nos íbamos me dijo: "Haz visto que aquí no me conoce nadie...". De inmediato uno de los vendedores le gritó: "¡Cómo que no lo conocemos, maestro! Lo que pasa es que no queríamos molestarlo....


La amistad entre Tomás Eloy y Gabo comenzó por aquellos días y se fortalece con el paso del tiempo. Y es que el escritor argentino es el fiel testigo de aquella transformación del colombiano más célebre en el mundo entero, aquella que inició con un escritor desconocido que juntó monedas para enviar su manuscrito a la editorial, y que culmina con el más famoso de los novelistas latinoamericanos. La última vez que se vieron fue en diciembre en México. "Lo visité en su casa de San Ángel. Lo vi bien físicamente, siempre con su misma rutina de trabajo. Está bárbaro", como lo están esos 80 años que acaba de cumplir y la madurez de Cien años de soledad, una novela que no para de crecer y de sorprender. Gabo nunca más volvió a Buenos Aires. Ni siquiera Martínez logró convencerlo, porque, a todo el que le pregunte el por qué, le responderá lo que le dice a Tomás Eloy: "Quiero quedarme con la magia de aquel Buenos Aires, fascinante, que me recibió con los brazos abiertos..." y lo consagró para siempre.

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/51747.html

Atilano dijo...

La magia argentina que vivió García Márquez

José Vales
El Universal
Lunes 05 de marzo de 2007

BUENOS AIRES.- Desde la primera edición de Cien años de soledad, que salió a la calle con 8 mil ejemplares, agotados en una semana, jamás paró de reeditarse.

La editora Gloria Rodrigué recuerda: "Enseguida hicimos otra de 5 mil, lo editamos en España e hicimos hasta una edición en Catalán" en pleno franquismo, recuerda. Hoy lleva más de 100 ediciones vendidas. Por aquellos años, cuando las librerías porteñas mantenían abiertas sus puertas y con clientes las 24 horas, aquí se leía a Julio Cortázar, a Manuel Manucho Mujica Láinez y a los fantásticos por naturaleza literaria Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. En ese universo Gabo y Cien años irrumpieron con fuerza hasta convertirse en un verdadero hito, mientras el mito no para de alimentarse.

Era 1967 y ese año, como muchos otros, era de dictadura y de algún éxito deportivo en lo futbolístico. El "onganiato" (el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía) reprimía a discreción y la gente festejaba con el primer título mundial de un club de futbol argentino, el Racing; la izquierda velaba el cuerpo sin vida y sin destino conocido de El Che Guevara en los cafés atiborrados de gente y la revista Primera Plana aparecía con la foto de un Gabo de pelo y bigotes bien negros, y una sonrisa que muy pocos lectores podían llegar a descubrir que era bien "costeña" (de la costa colombiana). "Imagínate lo que era este país en aquellos años. Estamos hablando de otro mundo, inclusive culturalmente. ¿Qué revista publicaría hoy a un escritor en su portada?". Hoy ni hay revista como Primera Plana, ni país como la Argentina de los 60.

El éxito de los Buendía por estas pampas obligó a Gabo a venir a Buenos Aires. Era la primera y la última vez que iba a pisar la capital argentina este hombre que ayudó a que muchos argentinos supieran que Colombia, además de ser la tierra donde había muerto Carlos Gardel, no quedaba en Centroamérica y que allí había un lugar, imaginario o no, que se llamaba Macondo. Estuvo casi un mes y fue jurado del concurso literario de Primera Plana, junto al paraguayo Augusto Roa Bastos. El primer premio lo ganó Daniel Moyano.

De aquel, su único paso por Buenos Aires, Rodrigué muestra una foto de un asado que compartieron en la finca familiar de la localidad bonaerense de Bella Vista. Un Gabo de treinta y pico posa al lado del entonces gerente de Sudamericana, Fernando Vidal Bussi. Esos días fueron de placer y reuniones importantes. Conoció y platicó largo y tendido con Leopoldo Marechal, el autor de otro libro casi mágico, Adán Buenos Aires, y caminó las calles de grandes vestigios europeos con Mercedes, hasta descrestarse por su esplendor con una felicidad que él siempre jura, a quien se anima a preguntarle, "no querer romper con una nueva visita".

"Gabo y Mercedes estaban hospedados en el Hotel Impala de la calle Libertad. Casi a diario se cruzaba de acera, ingresaba por un pequeño pasaje con aires parisinos para perderse en la Antique Bookshop, una librería de antiguos y libros raros que "no dejaban de sorprenderlo", explica su dueño Jorge Glikman, para quien es un orgullo "que ahí haya pasado horas leyendo el mismísimo Gabo". De aquella estadía Rodrigué tiene una anécdota. "Nos contó que llegando del cine se encontró con una señora que llevaba una bolsa de esas del mercado, de redecilla, y adentro llevaba el libro. Gabo no lo podía creer..."


A la espera de Gabo

Rodrigué, la heredera al fin de una familia de editores en su relación con Gabo, volvió a cruzárselo varias veces, pero nunca en Buenos Aires. Una de esas tres veces fue en Barcelona, en casa de Carmen Balcels, allá a mediados de los 80. "Recuerdo que los esperábamos para salir a almorzar y mi marido estaba muerto de hambre, pero Gabo se demoraba. Como no venía, Carmen y Mercedes le preguntaron qué le pasaba. La respuesta lo muestra como el personaje que es: estaba pegado a la computadora, eran de las primeras que habían aparecido y la usaba por primera vez. Como estaba imprimiendo dijo que tenía miedo que se le borrara el libro".

Rodrigué y el cronista ingresan en ese clamor silencioso de los garciamarquianos argentinos: se preguntan por qué Gabo nunca más visitó Buenos Aires y justifican sus propios argumentos de que ya no podría caminar tranquilo como cuando era un ilustre desconocido en aquel año de 1967.

Así y todo, en su fuero más íntimo, Rodrigué se esperanza con que algún día Gabo regrese a Buenos Aires. No ya para presentar a los Buendía, que por estas tierras, como se ve, gozan de cabal salud. Sino para darles una alegría de esas -que por aquí siempre son escasas- a sus desesperados lectores antes de que Argentina, como a Macondo, vuelva a llevársela el carajo.

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/51749.html

Atilano dijo...

"Más que una influencia, en Rulfo halló coincidencias"

Para Dasso Saldívar, biógrafo de Gabriel García Márquez, el libro Pedro Páramo le sugirió al Nobel el tono que desarrollaría en Cien años de soledad

Ana Anabitarte
El Universal
Domingo 04 de marzo de 2007

MADRID.- El escritor colombiano Dasso Saldívar (Antioquia, 1951) ha dedicado más de 20 años de su vida a investigar la figura de Gabriel García Márquez. Cuando tenía 17 años vio en el tablón de anuncios del Liceo Antioqueño de Medellín en el que estudiaba, una crítica de un periódico alemán sobre Cien años de soledad . A Saldívar no le llamó la atención el que se dijera que era una novela de genio, sino una fotografía en la que aparecía García Márquez despeinado, sin corbata y muerto de la risa. La imagen que él tenía de los escritores era la de hombres hieráticos, bien vestidos, con el cabello engominado y escoltados por estanterías llenas de libros.
El joven decidió comprar un ejemplar de Cien años de soledad, y fue tal el interés que se le despertó por saber más de aquel hombre que había redactado la que él consideraba la novela más hermosa y mejor escrita en lengua española, que comenzó a investigar sobre su vida. Para ello viajó a Aracataca, localidad natal de Gabo, y más de 20 años después, en 1996, publicó El viaje a la semilla (Alfaguara), la primera biografía del novelista colombiano traducida a 12 idiomas, entre ellos, el chino y el mandarín.

Residente en España desde hace más de 30 años, Saldívar habla con EL UNIVERSAL de la figura de Gabo antes y después de publicar Cien años de soledad; de México, "el país en el que encontró el tono para escribir la novela"; de lo que le influyó la obra de Juan Rulfo, y hasta de la amistad entre el colombiano y Fidel Castro, una relación en la que, según Saldívar, "hay una trasmigración vocacional, y el escritor desearía ser el político y el político el escritor".

-Usted ha dicho que Cien años de soledad es la novela más importante y universal de la lengua española después de El Quijote. ¿Por qué?

-Cualquiera que se mueva en una dimensión mínimamente cosmopolita sabe esto. Hace poco un grupo de 120 intelectuales, entre los que están Stephen King y Salman Rushdie, escogió los 20 libros de ficción más importantes de la historia de las letras, y El Quijote y Cien años de soledad son las dos únicas obras de nuestra lengua que aparecen en lista. Inmediatamente, el diario La República de Italia quiso saber cuál era el orden de preferencia de las obras escogidas entre sus lectores, y la novela de García Márquez quedó en primer lugar por delante de La Odisea, Crimen y castigo, La guerra y la paz y El Quijote. Según me cuentan mis traductores y editores chinos, el periódico Lectura China hizo una encuesta en 2003 entre escritores e intelectuales chinos, y salió que Cien años de soledad es la novela más leída en China del siglo XX.

-García Márquez ha dicho que en México sintió la inspiración definitiva para escribirla. ¿Qué encontró en ese país?

-A diferencia del cuento o de la poesía, la novela no es una cosa de inspiración momentánea, sino de inspiración lenta, o, como dijo Faulkner, es un proceso de 90% transpiración y 10% inspiración. Cuando García Márquez llega a México, en julio de 1961, ya llevaba 13 años intentando escribir Cien años de soledad, lo que quiere decir que esa obra él la hubiera escrito estuviera en el país que estuviera. Lo que le hacía falta era un marco apropiado y terminar de atar o de encontrar algunos cabos sueltos, y esto es lo que le proporcionan México, su cultura y sus escritores e intelectuales. Los hechos más importantes en este sentido fueron el haber podido trabajar en el cine mexicano con destacados escritores y cineastas, como Carlos Fuentes y Luis Alcoriza, y el encuentro con la obra de Juan Rulfo.

-Gabo tuvo que estudiar a fondo la obra Pedro Páramo para escribir un guión, lectura que le inspiró para escribir Cien años de soledad. Pero, ¿qué fue lo que le inspiró exactamente de esa obra?

-Creo que más que una influencia, se trata de una coincidencia de tono y de concepción. El tono que encuentra García Márquez en Rulfo es el mismo que él había visto en Sherezada, en Kafka y en su abuela, Tranquilina Iguarán Cotes, pues todos ellos cuentan las cosas más increíbles con absoluta naturalidad, con "cara de palo", como le gusta decir al escritor colombiano. Pero, el problema del tono, que García Márquez definió como el problema mayor para escribir su novela, ya él lo venía resolviendo de forma natural en sus novelas, cuentos y reportajes anteriores. Desde el punto de vista de la concepción, él venía buscando a tientas, como sólo es posible hacerlo en la creación, un modo de hacer que los muertos se pasearan por el mundo de los vivos como Juan por su casa. Así, cuando lee que en Pedro Páramo todos los personajes están muertos, que son muertos vivientes, esto debió de ser una conmoción muy positiva. Pero entonces, da otra vuelta de tuerca, y concibe un mundo no sólo donde los muertos viven, sino donde estos conviven de forma natural con los vivos.

-¿Qué cualidades tiene Cien años de soledad para que haya logrado influir de manera tan determinante a los escritores de su generación e incluso a las posteriores?

-Toda gran novela, toda gran obra de arte, refunda el género en que se inscribe, de tal manera que recoge la tradición de ese arte y a la vez formula nuevas aperturas para el mismo. Ocurrió con El Quijote, ocurrió con Moby Dick, con La guerra y la paz, con En busca del tiempo perdido, con Pedro Páramo. María Luisa Elío me contó que cuando ella y su marido Jomí García Ascot le hablaban a sus amigos de la novela que estaba escribiendo su amigo Gabo, decían: "Gabo está escribiendo el Moby Dick de América Latina". Para otros es La Odisea, el Amadís o El Quijote de América Latina.

-¿Cuándo nace y en qué se basa la relación tan estrecha que ha mantenido hasta ahora García Márquez con Fidel Castro?

-Creo que basa en una fascinación mutua. Siempre he pensado que en esta pareja de amigos ha ocurrido lo mismo que entre Charles de Gaulle y Malraux, es decir, se trataría de un caso de transmigración vocacional, en el que el político desearía ser el escritor y éste, el dirigente político. No me cabe la menor duda. Luego, hay una infinidad de paralelismo y coincidencias en sus vidas: los dos son del Caribe, los dos descienden de gallegos, los dos son grandes patriarcas en su propio terreno, los dos son los personajes más famosos de América Latina, los dos son grandes lectores, les encanta la culinaria, son muy sentimentales, etcétera. Una vez Álvaro Mutis, que está en las antípodas de Castro y que no aceptó una invitación de su amigo para conocer a El Comandante, me dijo: "Ponle cuidado a esa amistad, que ese par de amigos se quieren de veras, independientemente de la cosa política".

-¿Cómo cree que le gustaría al escritor celebrar los varios aniversarios que se conjugan este año en su vida?

-Teniendo en cuenta lo que sé de él, puedo aventurar una respuesta: creo que le gustaría celebrarlo entre su familia y algunos amigos. El no es de grandes multitudes y de celebraciones públicas, pues su timidez se lo impide. El es un escritor muy feliz al saberse leído por millones de lectores en todos los idiomas, pero siempre ha preferido que el protagonismo sea de sus obras, para él poder permanecer en un segundo plano, cosa muy difícil dada la resonancia universal que tiene todo lo que hace y dice o deja de hacer y de decir.

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/51738.html

Atilano dijo...

De cómo fue creada la fábula de los Buendía

La agente literaria María Luisa Elío evoca el proceso de realización de la novela cumbre de Gabriel García Márquez

César Blanco
El Universal
Domingo 04 de marzo de 2007

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla". Esta sentencia incontestable con la que inician las memorias de Gabriel García Márquez, bien puede aplicarse a los 18 meses en los que el escritor colombiano se dedicó a escribir la que para muchos es la más grande novela en lengua española después de El Quijote: Cien años de soledad.
La historia que siguió a ese "cataclismo del alma", ocurrido durante un viaje a Acapulco, que le reveló a García Márquez el tono y la forma en que debía escribir un libro fraguado en su mente durante más de 20 años, posee aires tan míticos como los que recorren el universo de Macondo. Pero aunque el propio Gabo relata la versión oficial en entrevistas y un texto publicado en 2001, acaso no esté sólo en su recuento la memoria de ese proceso, sino también en los recuerdos de los entrañables amigos que lo acompañaron durante los meses de gestación de Cien años de soledad.

"Un día, Álvaro Mutis nos invitó a cenar porque nos quería presentar a un amigo colombiano. Esa noche llegó un señor flaquito, flaquito y muy blanco que se llamaba Gabriel, al que Álvaro le dijo: ´Cuenta, cuenta todas esas historias que traes en la cabeza y que un día te vas a poner a escribir´. Gabriel empezó a contar anécdotas que luego aparecerían, muy cambiadas, en Cien años de soledad", evoca María Luisa Elío, esposa del cineasta catalán Jaomi García Ascot, y mujer a la que Gabo dedicó su obra maestra tras ver la estupefacción que le causaba la fábula de los Buendía.

En 1965, García Márquez era autor de unas cuantas novelas, un puñado de cuentos y varios artículos periodísticos que le granjeaban cierta fama en el mundo literario, nada más. "En esos años una generación literaria la constituíamos 10 ó 12 gentes. Gabo se insertó en la que formábamos yo, Sabines, Fuentes, Carballido, Castellanos y Spota", recuerda el crítico literario Emmanuel Carballo, lector privilegiado de los borradores de Cien años de soledad. "Gabo iba a mi casa todos los sábados con adelantos de la novela para que le diera mis opiniones. Es la única ocasión que no tuve que usar el lápiz, como decía Alfonso Reyes, por un lado y por el otro: estaba todo perfecto".

Para poder escribir, García Márquez renunció a sus trabajos en la prensa y la publicidad. A partir de entonces sería Mercedes, su mujer, la encargada de sortear los peligros que acechan a cualquier escritor en ciernes: la renta, la comida, la familia. La compañera de Gabo logró "créditos sin esperanzas" con el carnicero, la tendera y el dueño de la casa de San Ángel donde la pareja vivía con sus dos hijos pequeños. "Gabo mandó hacer una mesa de vil ocote con don Jaime, el carpintero. La pidió lo suficientemente larga para que cupieran, del lado izquierdo, las resmas de papel blanco, en medio, su Smith-Corona, a la derecha las cuartillas que iba aprobando y un cenicero que siempre estaba atestado de colillas", cuenta la publicista y amiga íntima del escritor Bertha Maldonado, que hoy resguarda en una casa de San Jerónimo el tablón de cuatro patas dedicado a sus hijas: "Para Aline e Irene, esta mesa en que se escribió la pinche novela. Gabriel, 1967".

La familia García Márquez tuvo que empeñar el coche, el calentador, la batidora y cualquier objeto que pudieran aceptar en el Monte de Piedad: había días que el futuro Nobel no tenía ni para comprar papel. Fue año y medio de carencias y escritura compulsiva aderezado por innumerables veladas con los amigos a los que rehusaba pedir prestado, pero con quienes compartía los avances de sus intensas jornadas. "Yo pasaba mucho tiempo en casa y Gabo me hablaba a cada rato, me preguntaba: ´¿Así hablan tus tías?, porque las mías hablan así´, u ´Oye, tal personaje se va de viaje, ¿cómo la vestirías?´. Lo comentábamos todo", rememora María Luisa.

Un día, Gabo vislumbró el final de la novela. Eran las 11 de la mañana y no encontraba a nadie para darle la noticia: casi se vuelve loco. Mandó una copia a París para que la leyeran Carlos Fuentes y Julio Cortázar; otra a Mario Vargas Llosa. Opinaron lo mismo que Álvaro Mutis, Emmanuel Carballo y el resto de sus amigos: había escrito una obra que cambiaría para siempre la literatura universal.

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/51741.html

Atilano dijo...

Los 4 cumpleaños de un artista de la lengua

En 2007 se conmemorarán 8 décadas de vida del escritor, 4 de la primera edición de cien años de soledad, 6 de la publicación de su primer cuento y un cuarto de siglo de la recepción del nobel

El Universal
Domingo 04 de marzo de 2007

Gabriel García Márquez, probablemente el escritor vivo más leído en el mundo, está lleno de festejos este 2007: el próximo martes 6 es su cumpleaños 80; el 5 de junio -algunos aseguran que fue en mayo de 1967- se cumplen los 40 de su obra más emblemática: Cien años de soledad; en octubre llegan los 25 del anuncio del Premio Nobel de Literatura y, conmemora además, las seis décadas de haber publicado su primer cuento, "La tercera resignación".

El escritor y periodista, quien tanto en su natal Colombia como en México, Argentina y España es identificado por el público que ávidamente espera un autógrafo o la foto del recuerdo, ha vivido 80 años para contar el mundo a través de sus libros.

Sus obras están dotadas de milagros, fantasías, obsesiones, tragedias, incestos, adulterios, rebeldías, descubrimientos, ansia de poder, violencia, muerte y amores difíciles.

García Márquez ha contado el devenir de la historia moderna a través del periodismo; ha hechizado a través de su palabra hablada, aunque casi nunca concede entrevistas.

Gabo logró representar en una sola novela el mito y la historia, la tragedia y el amor, mediante el relato de vida de una estirpe condenada a 100 años de soledad.

Maestro del realismo mágico, creó un universo al que le dio un nombre altamente reconocido: Macondo, ese lugar mítico que describe al inicio de la novela como "una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos".

Virginia Woolf, William Faulkner, Franz Kafka, Ernest Hemingway, Las mil y una noches (el primer libro que leyó a los siete años), Sófocles y sus abuelos maternos son las influencias técnicas y literarias que ha reconocido.

Renunció a sus estudios de Derecho en Bogotá para dedicarse a la doble vocación que ha concentrado su vida y obra: el periodismo y la literatura. El cine, podría decirse, es su tercera pasión.

París, Roma y México fueron testigos de su peregrinaje, en medio del cual creó la saga de los Buendía, junto a otros cuentos y novelas, recibó el premio Nobel de Literatura, se comprometió con causas sociales de América Latina, hizo gran amistad con personajes como Fidel Castro -lo que le ha valido cuestionamientos como el que le hizo en su momento Susan Sontag.

Ha vencido un cáncer linfático que le detectaron en 1999. Tres años más tarde, el 8 de octubre de 2002, lanzó la primera parte de sus Memorias bajo el título Vivir para contarla, aunque su libro más reciente es Memoria de mis putas tristes, que no alcanzó el aplauso de la crítica, pero sí figuró entre los más vendidos de 2004.

Regresó en 1994 al periodismo, al crear la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Hoy vive entre México y Los Ángeles.

Durante el cuarto Congreso Internacional de la Lengua Española (26 al 29 de marzo) en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, se conmemorá su cumpleaños, y además se presentará una nueva versión de Cien años de soledad revisada por el autor y con introducciones de otros destacados escritores, entre ellos Carlos Fuentes y Álvaro Mutis.

En España, personalidades políticas y del mundo cultural, además de otros ciudadanos, se sumarán a los homenajes que en distintas partes del mundo se le rinden a Gabo, este lunes con la lectura ininterrumpida de Cien años de soledad en la sede de la Casa de América de Madrid.

En tanto, el autor colombiano, cuya última aparición pública que recuerda fue en La Habana, durante el aniversario en diciembre pasado de la Revolución Cubana, ha comenzado a escribir el segundo tomo de sus memorias, que se presentarán como "fogonazos" de su vida, dijo Plinio Apuleyo Mendoza, uno de sus mejores amigos.

"Me contó que había retomado el trabajo literario de sus memorias, y en eso está".

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/51743.html